Con una enorme sonrisa en el rostro, Chito, de 54 años, nada tranquilamente junto a Pocho en una laguna en su finca en la localidad de Siquirres, unos 70 kilómetros al este de San José.
La historia de Chito y Pocho es amistad pura. Hace 20 años encontró al cocodrilo moribundo en el río Parismina, en la zona del Caribe, pues un ganadero le había disparado por comerse a sus terneros en la orilla.
"Yo le daba de comer pollos. Al principio estaba todo feo, flaco y desnutrido y después ya se puso gordito. Lo iba a ver todas las noches, y una vez se me quedó viendo como invitándome a entrar al agua con él, entonces me metí a nadar", narra Chito, con la misma emoción con la que se refiere a su hija de 10 años, quien también ansía entrar a la laguna con su padre pero aun no se lo permiten.
El cocodrilo es monitoreado por biólogos y veterinarios, pero ninguno entra a la laguna donde habita.
"Ellos me dicen todo lo que tengo que hacer y yo lo hago porque nadie se atreve a meterse al agua", dice Chito, al hablar de indicaciones que incluyen exámenes médicos, alimentación y hasta darle medicamentos si es necesario.
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