La explotación ilegal de la flora y fauna es un delito emergente en
el mundo. Lo que alguna vez se consideró tradicional o costumbre, hoy
claramente es un delito con cortes de organización transnacional que
afecta a la humanidad en su totalidad. Aunque parezca increíble, las
rutas de la droga, del tráfico de personas y armas son utilizadas para
el transporte ilegal de animales en peligro de extinción y madera
ilegal.
Estas organizaciones criminales, muchas veces localizadas en zonas
donde el Estado es más débil, utilizan las ganancias para aumentar la
corrupción, debilitar las instituciones de justicia y Policía y muchas
veces potenciar otras redes ilegales. Los Estados nacionales muchas
veces han mirado para otro lado, finalmente las especies animales y los
árboles parecían infinitos pero la realidad ha llegado más rápido de lo
esperado y cada día desaparecen cientos de animales y miles de hectáreas
son destruidas. Todo esto sin reparación.
Un caso emblemático es el manatí en la Amazonía. Animal dócil, sin
dientes, que por cientos de años se dedicó a comer las algas que crecen
en el fondo de los ríos para así evitar que los mismos colapsen y se
mantengan altos niveles de navegación. Manatí que cumple un rol en el
ecosistema además porque consume plantas que a su vez eliminan muchos
minerales del río.
Animal dulce que enfrenta a humanos que lo están borrando de su
hábitat. Literalmente borrando por su carne principalmente. Carne que
llega llena de minerales y por ende produce consecuencias de salud
importantes para la población. ¿Qué estamos haciendo para evitar esto?
Poco o nada. Los gobiernos siguen mirando al costado no solo en
prevención sino también en educación, lo que sin duda presenta un
horizonte en blanco y negro. Como los manatí, hay miles de especies
animales que día a día son víctimas de organizaciones criminales que se
aprovechan de la falta de regulación.
El costo estimado de estas actividades supera según Naciones Unidas
los 10 mil millones de dólares. Aunque el ejemplo anterior deja en
claro que hay pérdidas que son invaluables.
La tala ilegal es otro fenómeno creciente, descontrolado que debe ser
tratado como un hecho criminal. El calentamiento global, la
sostenibilidad de miles de comunidades, la calidad de vida de todos, se
afecta por la falta de control nacional e internacional de procesos de
deforestación que se potencian diariamente en el mundo. Sin mencionar
el efecto pernicioso que tiene sobre las comunidades que ven en tala
ilegal una forma de sobrevivencia dejando entonces actividades
productivas legales e incluso desmotivando a la educación como forma de
desarrollo.
En la mayoría de países en desarrollo, los crímenes contra la flora y
fauna son débilmente enfrentados. Muchos ni siquiera consideran estos
hechos como situaciones punibles que requieran de procesos de
prevención, control y castigo específicos. Los avances en los países de
América Latina son débiles. A pesar de tener uno de los pulmones más
grandes el mundo, las noticias que genera se vinculan más a la
deforestación que a la sostenibilidad.
Reconocer las profundas precariedades y vulnerabilidades de aquellos
que habitan las zonas donde hay mayor biodiversidad no debería
significar barrer debajo de la alfombra los crímenes contra la flora y
fauna. Por el contrario, esas son las comunidades que deben convertirse
en los activistas por la lucha contra este tipo de actividades, son los
espacios donde se deben construir los puentes más sólidos de un futuro
donde a nadie le parezca correcto depredar especies. Sobre todo porque
ahora nosotros, los humanos, somos los verdaderos depredadores.
http://www.larepublica.pe/columnistas/agenda-internacional/flora-y-fauna-amenazadas-por-el-crimen-21-09-2014
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